La crónica:
Bueno, pues a pesar de ser casi las 4 de la madrugada, aún me queda resuello para 'relatar' lo que fue un concierto de jazz en LA TRIBU, de Solares. Ojo, siempre bajo mi punto de vista, no empecemos con que si la abuela fuma y chorradas mil que solo harían enturbiar el próposito de un comentario sincero y -en todo caso- constructivo.
Enzo Pesce (piano), Paco Gutiérrez (bajo) e Ito Luna (batería), son los componentes de JAZZ STOP TRIO, quienes esta noche desparramaron montón de repertorio entre las paredes del pub que regentan nuestros queridos amigos Miguel y Marisa.
Un poco de historia tampoco viene mal. Recordemos que se conocieron en 1980, y desde entonces vienen dándole a este tipo de música, sentando bases en la comarca del Besaya (Bohemios, la Bolera, el Go-Gó, etc.).
Tuvieron un 'parón' entre 1984 y 1995 debido a diferentes caminos e intereses que alguno de sus miembros tomaron por otros derroteros. Y fue a partir de 1995 cuando se hace estable la formación hasta nuestros días. También tuvieron alguna que otra incorporación (guitarra, cantante, saxo, etc.), pero la base en formato de trío continúa imperecedera regalándonos los oídos con su variado repertorio en clave de jazz.
Hicieron alguna salida esporádica a provincias cercanas (Bilbao, San Sebastián), pero siempre podremos verles actuando en cualquier local de Cantabria que programe jazz o quiera hacer su concierto de jazz, caso de La Tribu, que hace un poco de todo.
En cuanto al repertorio, decir que recorren a los grandes siempre basados en el piano del maestro italiano. Camilo, Garner, Corea, Monk, Ellington, Zawinul, etc., además de alguna composición propia del Sr. Pesce. Entretenido al fin y al cabo, muy enfocado al público en general y no excesivamente ducho en esta cosa del jazz.
A pesar de haberlos visto y oído en ocasiones varias, Enzo sigue siendo la columna vertebral del trío, y solo hay que seguir sus elucubraciones para que todo fluya con facilidad. El tío es flipante, y eso que esta noche no lo tuve a la vista y evité así que me distrajera con su repertorio de 'tics' nerviosos. Es un crack, como dicen ahora. Que domina técnicamente el piano está fuera de toda duda, y tiene pasajes que me recuerdan a una mezcla de Camilo y Montoliú que forjan a un intérprete a tener su propio estilo. Muy bien.
Paco al bajo en su sitio, como los toreros. Quizás 'pecó' de solos con su instrumento, no se... Soy consciente que este formato cansa al respetable porque el peso lo lleva siempre el piano y -claro- ha de alternar con lo que hay, pero me pareció que hubo mucho solo de bajo. Claro que hubo tiempo para eso y más, pues un concierto de jazz ha de ser más conciso. Hora y media como mucho es suficiente, pues al personal (y hablo en general y por comentarios que me llegaron) le resulta 'cansino'. Palabreja que no es de mi agrado, pero que escuché repetidamente. Así con todo, Paco, bien.
Del amigo Ito Luna poco habría que decir. Como siempre, en su línea rítmica, que no siendo una de mis preferidas (repito, bajo mi personal punto de vista) pues resulta, está involucrado en la movida, se entienden, y -claro- se nota que llevan muchos años tocando juntos. Tres solos de batería 'ilustraron' el concierto (extenso concierto, y perdón por repetirme), y el que más me gustó -sin duda alguna- fue precisamente el último, y así se lo transmití al interesado cuando hablamos un rato al tiempo que recogían los bártulos. Un solo con carácter, sin perder el sentido, sin recurrir a lo fácil, sin liarse a redobles, manteniendo el pulso y el diálogo... Lo dicho, un solo de batería con carácter, y así lo reconoció. Bien.
Y eso fue todo, amigos, una gran noche de jazz que vivimos en La Tribu, a pesar del incordie de alguna gente, todo hay que decirlo. Saludos, comentarios, dimes y diretes, chistes, fotos, etc. ¡Pero qué difícil es a veces prestar atención a la jugada, ¿no?!. Y tampoco se trata de resultar 'extraño' ni desagradable, pero hay veces que no resulta eso de 'voy a tomarme algo y escuchar un concierto de jazz, me apetece y tal...'. ¡Ja, lo tienes claro...!. Y suerte que, entre col y col, lechuga; y que el oído aún está fino, que si no date por jo-di-do. Ello, además del cargazón de ojos que conlleva disfrutar de un aparente y privilegiado sitio de vista y escucha. Evidentemente, todo tiene su precio... ¡Hasta otra...!.
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